jueves, 23 de diciembre de 2010

Una pequeña anécdota

Hoy hablaremos sobre una anécdota que produjo en su momento, muchísimas comeduras de cabeza.
La cosa es muy sencilla. Trata sobre una familia. El marido pasa la mayoría del día en casa y la mujer justo lo contrario, desde buena mañana hasta la noche, no pisa su hogar. La madre, dado que su hija tiene problemas para entender algunas materias del colegio, decide buscar una profesora particular para que ayude a su hija. El trato que hacen la profesora y ella es el siguiente: irá dos horas a la semana a darle clases de repaso a la niña, separadas en dos días, traerá ejercicios preparados por ella, relacionados con la guía de estudio que lleven en el colegio, aparte, mandará una serie de deberes para que practique. La niña pues resolverá los deberes del cole y los mandados por la profesora particular, es decir, trabajará tres veces más de lo habitual para poder entender lo estudiado y así aprobar la asignatura. La niña no sólo aprueba sino que además no baja del notable alto en sus exámenes.
Bien, después de un par de meses dándole clases a su hija, teniendo a su madre satisfecha, el padre habla con la maestra. Le dice que por qué no trabaja con su hija los deberes del cole en vez de traer otros, que no le añada más ejercicios para hacer en casa, y todo porque según comenta él, a la niña no le da tiempo a hacer los ejercicios, su madre llega tarde y cansada de trabajar, se sienta con ella para estudiar y la niña yendo a primaria se acuesta demasiado tarde.
La profesora, le comenta que con el mecanismo que lleva, la niña ha mejorado y que de momento, seguirá con esa forma de trabajo que es lo acordado con la madre.
Ahora bien, la chica se queda con un mal sabor de boca y comienza a fijarse más en aquello que hace la niña. Cuando llega a su casa, la pequeña, está sentada frente al televisor merendando, hasta que no termina la merienda, el padre no le dice que vaya a clase, es decir, retrasa el horario de empezar la clase con su maestra, para que la niña meriende tranquilamente en el sofá, habiendo tenido ya una hora de descanso después de salir de clase. Una vez terminada la clase, la profesora le comenta siempre al padre cómo ha ido la niña con los ejercicios hechos, mientras hablan, la niña no hace absolutamente nada. Al poco menos de una hora de haberse ido de la casa de su alumna, la profesora tiene que hacer unos recados y sale de casa. Dada la cercanía de viviendas entre ambos, es fácil que se encuentre al padre paseando a su perro, el problema es, que todos los días se encuentra al padre y a su lado a su hija, a veces van paseando, a veces están jugando. La madre a la media hora tiene que llegar a casa.
La profesora pues se dice a sí misma: “cuando yo he llegado, la niña estaba viendo la tele, después de la hora de estar conmigo, la pequeña no ha hecho nada mientras yo hablaba con su padre, una vez me he ido, media hora después me he encontrado al padre y a la nena en la calle. Prácticamente a las 20:30 de la noche, la niña tan sólo ha dado una clase de matemáticas, cuando llega la madre y ve que no ha hecho nada, se pone con ella a hacer todo ya que su padre no ha sido capaz de hacerlo, la niña debe ducharse y cenar, ¿cómo no se le va a hacer tan tarde para dormir si durante cuatro horas desde que ha salido del cole no ha hecho absolutamente nada?  ¿y cómo se atreve a pedirme a mí que no trabaje como lo hago, habiendo resultados muy buenos porque dice que no le da tiempo a la niña cuando es él el que la tiene consentida?”
Espero pues, después de haber comentado esta anécdota con vosotros, recibir vuestras opiniones sobre esta anécdota.

martes, 21 de diciembre de 2010

Los Niños y la Televisión


El mirar televisión es uno de los pasatiempos más importantes y de mayor influencia en la vida de niños y adolescentes. Los niños en los Estados Unidos miran la televisión durante un promedio de tres a cuatro horas al día. Para el momento en que se gradúan de la escuela secundaria habrán pasado más tiempo mirando televisión que en el salón de clase. Mientras la televisión puede entretener, informar y acompañar a los niños, también puede influenciarlos de manera indeseable.
El tiempo que se pasa frente al televisor es tiempo que se le resta a actividades importantes, tales como la lectura, el trabajo escolar, el juego, la interacción con la familia y el desarrollo social. Los niños también pueden aprender cosas en la televisión que son inapropiadas o incorrectas. Muchas veces no saben diferenciar entre la fantasía presentada en la televisión y la realidad. Están bajo la influencia de miles de anuncios comerciales que ven al año, muchos de los cuales son de bebidas alcohólicas, comidas malsanas (caramelos y cereales cubiertos de azúcar), comidas de preparación rápida y juguetes. Los niños que miran demasiada televisión están en mayor riesgo de:
 

a)
Sacar malas notas en la escuela.
b)
Leer menos libros.
c)
Hacer menos ejercicio.
d)
Estar en sobrepeso.

La violencia, la sexualidad, los estereotipos de raza y de género y el abuso de drogas y alcohol son temas comunes en los programas de televisión. Los jóvenes impresionables pueden asumir que lo que se ve en televisión es lo normal, es seguro y es aceptable. Por consecuencia, la televisión también expone a los niños a tipos de comportamiento y acititudes que pueden ser abrumadores y difíciles de comprender.
Los padres pueden ayudar a sus hijos a tener experiencias positivas con la televisión. Los padres deben de:
     

1.
Mirar los programas con los hijos.
 
2.
Escoger programas apropiados para el nivel
de desarrollo del niño.
 
3.
Poner límites a la cantidad de tiempo que
pasan ante la televisión (a diario y por semana).
 
4.
Apagar la televisión durante la horas de
las comidas y del tiempo de estudio.
 
5.
Apagar los programas que no les parezcan
apropiados para su niño.
 
Además, los padres pueden hacer lo siguiente: no permitir a los niños mirar televisión por horas de corrido; al contrario, deben de seleccionar programas específicos para los niños. Seleccionen programas que sean adecuados para el nivel de desarrollo de su niño. Los programas de niños en la televisión pública son apropiados, pero las novelas, las comedias para adultos y los programas de conversación de adultos no lo son. Establezcan ciertos períodos cuando el televisor esté apagado. Las horas de estudio deben dedicarse al aprendizaje, no son para sentarse frente a la televisión mientras tratan de hacer la tarea. Las horas de las comidas son tiempo para conversar con otros miembros de la familia y no para mirar la televisión.

Estimule discusiones con sus hijos sobre lo que están viendo cuando están mirando un programa juntos. Señaleles el comportamiento positivo como la cooperación, la amistad y el interés por otros. Mientras están mirando, hágale conexiones con la historia, libros, lugares de interés y eventos personales. Hableles de sus valores personales y familiares y cómo se relacionan con lo que están viendo en el programa. Pidale a los niños que comparen lo que están viendo con eventos reales. Dejeles saber las verdaderas consecuencias de la violencia. Discuta con ellos el papel de la publicidad y su influencia en lo que se compra. Estimule a su niño para que se envuelva en pasatiempos, deportes y con amigos de su misma edad. Con la orientación apropiada, su hijo puede aprender a usar la televisión de una manera saludable y positiva

lunes, 20 de diciembre de 2010

La discalculia







Siempre que un niño o niña con capacidades intelectuales normales presenta una dificultad específica en el proceso de aprendizaje de las matemáticas se echa la culpa a la "dificultad que conlleva la materia" o simplemente a que "no se le danbien los números". Sin embargo, al igual que hay un trastorno del aprendizaje relacionado con la lectura denominado dislexia, pocos conocen que también se da un trastorno del aprendizaje que incide en el rendimiento de las capacidades de cálculo aritmético: la discalculia. Una disfunción que afecta a un porcentaje de la población infantil (entre el 3% y el 6%) similar a otras más conocidas como la dislexia o el déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y que, si no se trata a tiempo, puede arrastrar un importante retraso educativo. La discalculia es una disfunción que afecta al proceso de aprendizaje del cálculo en niños con un cociente intelectual normal y que se traduce, en el caso del currículo académico, en un bajo rendimiento en matemáticas. Clínicamente hablando, la discalculia se produce por una menor maduración a nivel cerebral de las áreas relacionadas con el procesamiento numérico. Como apunta Josep M. Serra Grabulosa, Doctor en Psicología del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la Universidad de Barcelona, el problema estriba en que "los estímulos que se dan en la escuela no son suficientes para acabar de madurar estas regiones cerebrales, por eso, el rendimiento de los niños con discalculia siempre está por debajo de lo normal". La edad para detectar un problema de discalculia está entre los seis y ocho años, momento en que se introducen las matemáticas como materia independiente y se puede comparar el rendimiento de unos niños con otros. Pero ¿cómo se puede reconocer la discalculia? Antes que nada es importante distinguir entre un niño al que se le dan mal las matemáticas y otro que realmente tiene dificultades en el aprendizaje de éstas; la clave para diferenciarlo es que "el rendimiento en matemáticas de un niño con discalculia es significativamente inferior al del resto de los alumnos, siempre está dos o tres cursos por debajo del que debe tener", comenta Serra, además, en la mayoría de los casos, es un retraso que se evidencia únicamente en esta asignatura, ya que "en el resto de las áreas cognitivas su rendimiento se desarrolla dentro de la normalidad en relación a otros compañeros", añade. Aunque no se puede generalizar, existen algunas pistas que pueden evidenciar un trastorno de discalculia, dificultades que puede tener el niño en una o varias áreas:
  • Memoria: Problemas para recordar conceptos básicos de aritmética, tablas de multiplicar, significado de los símbolos y olvidarse de los pasos para resolver varios cálculos.
  • Lenguaje Matemático: Dificultad para expresar procesos matemáticos, para interpretar los enunciados de los problemas o incomprensión de conceptos como posición, relaciones y tamaño.
  • Habilidades visio-espaciales: Confusión en los signos aritméticos (el + por el x), inversiones numéricas (31 por 13), fallos en la seriación de números (1, 2, 4, 6, 7, 9...), colocar los números en posiciones incorrectas al realizar las operaciones o escritura incorrecta de los números.
Los profesores son los que pueden detectar más fácilmente un problema de discalculia, en general, como explica Josep Serra "Son niños que parece que están atentos a las explicaciones, pero cuando éstas empiezan a complicarse no pueden seguirla; otra de las características de los niños discalcúlicos es que no son capaces de explicar qué procedimiento han utilizado para hallar la solución de un problema y tienden a dar respuestas automáticas", especifica. Este trastorno del aprendizaje puede arrastrar un importante retraso educativo y puede afectar incluso a la vida diaria. Se pueden dar casos de adultos con discalculia que no puedan ni siquiera unas compras porque no son capaces de calcular si le han dado bien o no el cambio, o no saben cuantificar los precios de las cosas. Por otra parte, en los niños esta dificultad puede causar problemas de actitud; suelen estar a la defensiva porque están muy presionados por el rendimiento del resto de los compañeros, lo que crea una frustración y ansiedad en el niño que le puede llevar a la desmotivación o falta de interés, tal y como explica el psicólogo. La buena noticia es que esta disfunción tiene solución. Para corregirla hay que reeducar al niño, como apunta Serra, "un niño con discalculia no significa que no puede aprender, sino que necesita recorrer un camino más largo que los demás. La reeducación ayuda a madurar mas rápido las zonas afectadas, consiguiendo que el nivel en el procesamiento matemático se acabe ajustando a la edad". Este camino no consiste en insistir en lo mismo que se ha hecho en clase una y otra vez, sino en enseñar al niño a aprender a manipular los números desde distintas perspectivas, huyendo de procedimientos memorísticos, en definitiva, una enseñanza más práctica del sentido numérico. Por ejemplo, en lugar de enseñar a un niño que 3x4 son 12, hay que lograr que sea consciente de que 12 se puede representar también como 12+0 o como 8+4. Es aconsejable que la reeducación se lleve a cabo como mínimo durante un curso académico, dedicándole entre dos y cuatro horas semanales y poniéndose en manos de un especialista, ya sea un psicólogo o un psicopedagogo.
La discalculia del desarrollo
Así se denomina la investigación, subvencionada por el Ministerio de Educación y Ciencia que está llevando a cabo el equipo de Neuropsicología de la Universidad de Barcelona. Un estudio que servirá para determinar las bases cerebrales de esta alteración y poder mejorar los criterios diagnósticos y las pautas de tratamiento. Para desarrollarla, el equipo de investigación está recogiendo una muestra de niños y niñas con discalculia, con edades comprendidas entre los 8 y los 14 años, a los que se les realiza una exhaustiva exploración neuropsicológica. Los padres que crean que su hijos de estas edades puede padecer discalculia y estén interesado en el estudio pueden contactar con el departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la Universidad de Barcelona en el teléfono  o por correo electrónico (jmserra@ub.edu). Por otra parte, desde la Web de este departamento se puede descargar la versión en español de un útil software denominado La carrera de los números, diseñado para la reeducación de la discalculia en niños entre cuatro y ocho años.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Disciplina


El ayudar al niño a comportarse de una manera aceptable es una parte esencial de su crianza. La disciplina varía con la edad. No hay una manera correcta de criar a los niños, pero los psiquiatras de niños y adolescentes recomiendan las siguientes reglas:
 
Generalmente, los niños quieren complacer a sus padres. Los padres, si son sabios, integran este deseo de complacer a sus actividades disciplinarias.

Cuando los padres demuestran su alegría y aprobación por el comportamiento que les agrada, esto refuerza el buen comportamiento del niño. Cuando los padres demuestran su desaprobación al comportamiento peligroso o desagradable del niño pequeño, tienen mayor posibilidad de éxito cuando el niño sea mayor.

La forma en la que el padre corrige el mal comportamiento del niño o adolescente tiene que hacerle sentido al hijo. El padre no puede ser tan estricto, que el niño o el adolescente no sienta más adelante el amor y la buena intención del padre.
Los niños y adolescentes pueden hacer que sus padres se enojen. Los padres deben tener control de sí mismos cuando están enojados. Aunque un grito de "no" puede atraer la atención de un niño pequeño que está por cruzar la calle, puede conseguir intranquilizar al bebé que está llorando. Los niños mayores deben de saber lo que se espera de ellos. Los padres deben de ponerse de acuerdo y deben de explicarle claramente las reglas al niño o al adolescente.

En nuestra sociedad heterogénea, donde existen tantas culturas y maneras de criar los niños, cada familia espera un comportamiento diferente de sus hijos.

Se le puede permitir a un niño ir y venir cuando quiera, mientras que a otro se le pueden imponer horas fijas de regresar a la casa. Cuando los padres y los niños no están de acuerdo sobre las reglas, ambos deben de tener un intercambio de ideas que los ayude a conocerse. Sin embargo, los padres son los responsables de establecer las reglas y los valores de la familia.
Evitar que el comportamiento indeseable comience es más fácil que ponerle fin luego.

Es mejor colocar los objetos frágiles o valiosos fuera del alcance de los niños pequeños que el castigarlos por romperlos. Los padres deben estimular la curiosidad dirigiéndola hacia actividades tales como hacer rompecabezas, aprender a pintar o leer.

El cambiar el comportamiento apropiado del niño puede ayudarlo a obtener el dominio de sí mismo que necesita para que sea reponsable y considerado con otros.

El dominio de sí mismo o auto-control no ocurre automáticamente o de repente. Los niños pequeños necesitan que sus padres los guíen y apoyen para que comiencen el proceso de aprender a controlarse. El auto-control corrientemente comienza a los seis años. Cuando los padres guían el proceso, el auto-control aumenta durante los años escolares. Los adolescentes pueden todavía experimentar y rebelarse, pero la mayor parte de ellos pasa por este período y llega a ser un adulto responsable, especialmente si desde temprana edad han experimentado un buen entrenemiento.

Las familias transmiten sus métodos de disciplina y sus expectativas a los niños de generación en generación.

Cuando los intentos de disciplinar al niño no tienen éxito, puede ser beneficioso consultar con alguien fuera de la familia para que nos ofrezca sugerencias sobre la crianza del niño. Los profesionales especializados en el desarrollo y el comportamiento infantil pueden darle información acerca de la manera de pensar y de desarrollarse el niño. También pueden sugerir métodos para modificar el comportamiento; con la paciencia de los padres y la ayuda de los profesionales cuando sea necesaria, puede allanarse el camino para que los niños aprendan lo que la sociedad espera de ellos y lo que ellos pueden esperar de sí mismos.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cómo fomentar el desarrollo social de los hijos

Educar para la vida en sociedad a través del uso de la razón y la empatía.
La importancia de educar a los hijos para que desarrollen conductas prosociales parece haberse convertido en el tema fundamental que preocupa a padres, profesores, profesionales de la psicología y pedagogía y neurocientíficos del siglo XXI. Adentrarse en el estudio del comportamiento prosocial puede ser muy complicado, pues utiliza conceptos y vocabulario muy nuevos para los padres del siglo XX. Por ello, a través de un ejemplo se intentará simplificar el complejo mundo de la educación parental prosocial.     

Julia, una niña de cinco años que estaba jugando con una amiguita, Marta; que había invitado a casa a pasar la tarde, ha tenido un conflicto con su compañera de juegos porque ante la negativa de ésta ante su petición de que le prestara los colores, Julia se los  ha quitado. El padre de Julia al observar la situación, decide hablar con la pequeña.

Padre: ¿por qué le quitaste los colores a Marta?
Julia: Porque yo los quería.
Padre: ¿Cómo crees que se sintió ella?, ¿se puso alegre o triste?
Julia: no lo sé
Padre: Creo que sí lo sabes.
Julia: Me parece que se puso triste.
Padre: ¿Te gustaría que te quitara tus colores?, ¿cómo te sentirías tú?
Julia: me enfadaría y me pondría triste
Padre: Pues así es como se sintió Marta y por eso no deberías quitarle sus cosas a nadie. Porque se enfadan y se ponen tristes. Primero debes pedir las cosas y si te dicen que no te las prestan, no debes quitárselas.

El padre de Julia está ejerciendo el rol social de padre-educador. Entendemos por rol social el “conjunto de funciones, normas, conductas y derechos definidos por un grupo y que se espera que las personas cumplan de acuerdo con el estatus que se le atribuye”.
En este caso, el padre ejerce las funciones que se espera de él, tratando de enseñar a su hija cómo comportarse con sus iguales e intentando contribuir al desarrollo de la conducta prosocial de su hija.

La prosocialidad es definida en el glosario como un conjunto de conductas que favorecen  a los otros sin buscar explícitamente una recompensa externa, lo que exige entre otras habilidades, una capacidad previa para detectar cuáles son las necesidades de los otros. Se trata de la operacionalización de las conductas solidarias y altruistas.
Según Hoffman, el niño altruista suele tener padres que basan el castigo en el razonamiento, insisten en los derechos y necesidades ajenas, así como en la influencia que el mal comportamiento ejerce sobre los demás. Así, en la situación descrita, el padre trata de que su hija se percate de cómo sus actos molestan a su amiga, planteándole varias preguntas clave como son: ¿cómo crees que se sintió?, ¿cómo te sentirías tú en su situación?, o ¿te gustaría que se portaran así contigo?
Desde la perspectiva de Eisenberg, cuando los padres manifiestan interés y afecto por los demás, la empatía de sus hijos aumenta. Este tipo de padres son un buen modelo para sus hijos y con las conductas descritas los fomentan en sus hijos.
Por otro lado, el padre, quizá sin saberlo, está ayudando con sus preguntas al desarrollo de la teoría de la mente de su hija, entendiéndose este concepto como “la capacidad para comprender y predecir la conducta de los otros, sus conocimientos, sus intereses, sus intenciones, sus emociones y sus creencias”.
La teoría de la mente es un concepto que va desarrollando con la edad y en el que los niños se volverán cada vez más expertos. Se compone de dos niveles fundamentales: un primer nivel en el que el niño posee una psicología intuitiva que le dice que existe un dominio autónomo de operaciones mentales que se dan “dentro” de ellos mismos y de los otros; y ya a partir de los tres años y medio, empieza a considerar la mente humana como un artefacto que crea representaciones.
El padre de Julia con sus preguntas trata de que la niña se ponga en la piel de su amiga Marta y así pueda comprender por qué su conducta molesta a la pequeña. Para ello, parte de las emociones que despierta en Marta un comportamiento como el que su hija ha demostrado y termina resumiendo las palabras de la propia niña cuando dice que no debe quitar las cosas a los otros porque “se enfadan y se ponen tristes”.
El objetivo del padre es facilitar a la niña el conocimiento social de la situación, así como la importancia de actuar de forma prosocial para conseguir establecer relaciones positivas con los iguales.


lunes, 13 de diciembre de 2010

Los niños que se niegan a ir a la escuela


El asistir a la escuela usualmente es un evento agradable para los niños pequeños. Para algunos esto conlleva miedo o pánico. Los padres tienen motivo de preocupación cuando el niño se enferma debido a la tensión, "finge estar enfermo" o exagera síntomas físicos para quedarse en la casa y no ir a la escuela. 

A menudo, el niño de entre cinco y diez años de edad que se comporta de esta manera está padeciendo un temor paralizante por tener que dejar la seguridad de la familia y de la casa. Es muy difícil para los padres hacerle frente a este pánico infantil, pero estos temores pueden tratarse exitosamente con ayuda profesional.
 
Este miedo irracional suele aparecer por vez primera en niños que asisten a escuelas para niños de edad pre-escolar, a "kindergarten" o a primer grado, siendo más frecuente en los niños que cursan el segundo grado. El niño por lo general se queja de dolores de cabeza, de garganta o de estómago justo antes de la hora de irse a la escuela. La "enfermedad" se mejora cuando se le permite quedarse en la casa, pero reaparece a la mañana siguiente antes de ir a la escuela. En algunos casos, el niño se niega por completo a salir de la casa.

El negarse a ir a la escuela aparece generalmente después de un período en el que el niño ha estado en la casa en compañía de su mamá, por ejemplo, después de las vacaciones de verano, de los días de fiesta, o después de una breve enfermedad. Puede pasar después de un evento que le produce estrés, tal como la muerte de un familiar o de una mascota, un cambio de escuela o una mudanza a un vecindario nuevo.

Los niños que tienen un miedo irracional de la escuela pueden sentirse inseguros si se quedan solos en un cuarto y pueden demostrar un comportamiento de apegamiento hacia sus padres, e inclusive se convierten en la sombra de sus padres en la casa. Estos miedos son comunes en niños con el Desorden de Ansiedad. Los niños tienen dificultad para dormir, un miedo exagerado y un temor irreal hacia los animales, monstruos, ladrones o a la oscuridad.

Los efectos potenciales a largo plazo pueden ser muy serios para un niño con miedos persistentes si no recibe atención profesional. El niño puede desarollar serios problemas escolares y sociales si deja de ir a la escuela y de ver a sus amigos por mucho tiempo.

Los padres y el niño se pueden beneficiar llevando al niño a un psiquiatra de niños y adolescentes, quien trabajará con ellos en su esfuerzo de hacer regresar al niño de inmediato a la escuela y a otras actividades diarias. Como el pánico surge al dejar la casa, y no por estar en la escuela, el niño por lo general está tranquilo una vez que está en la escuela.

Para algunos niños se requiere un tratamiento extensivo para tratar las causas del miedo. Los niños mayores o los adolecentes que se niegan a ir a la escuela padecen por lo general de una enfermedad más grave y a menudo requieren más tratamiento intensivo.

En cualquier caso, el miedo irracional de dejar la casa y a los padres se puede tratar con éxito, y los padres no deben de tardar en buscar ayuda profesional. El médico del niño puede referir los padres a un psiquiatra de niños y adolescentes.


Fuente:American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (AACAP

domingo, 12 de diciembre de 2010

Consejos para leer


1. Hable menos.
  
2. Lleve siempre un libro consigo.
  
3. Tenga siempre un libro junto a la cabecera de la cama y si no puede dormir lea un poco.
  
4. Despiértese quince minutos antes de lo normal todas las mañanas y lea algo.
  
5. Tenga a mano un libro en la cocina, en la sala de estar o
junto al teléfono.
  
6. Procure disponer de un libro cuando espere a la gente que
no suele ser puntual.
  
7. Lleve asimismo un libro en su coche, por si se encuentra en un embotellamiento.
  
8. Lleve un libro cuando vaya a visitar al médico, al dentista
o al estilista.
  
9. Nunca salga de viaje sin llevar un libro.
  
10. Recuerde que un libro en la mano vale más que dos en librería.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Continuando con la lectura...

Cuando los niños leen bien, aumenta increíblemente su aprendizaje durante sus vidas y surge un potencial bastante grande en el futuro de su desarrollo. Pero cuando sucede lo contrario y los niños leen muy pobremente, se les cierran las puertas, lo mismo que las posibilidades, la escuela y el aprendizaje se vuelven más bien una carga o algo peor. Como resultado, los niños que no saben leer bien, cuando sean adultos, van a sufrir. La investigación demuestra que existen condiciones bajo las cuales a los niños les llega a gustar la lectura, y dichas condiciones se deben aprovechar desde muy temprano.
La Dra. Rebecca Novick, investigadora de los Laboratorios Educativos Regionales del Noroeste, y dedicada a la investigación de la educación infantil, juntó toda clase de investigaciones sobre lectura durante el tiempo de los años preescolares y de primaria. Ha puesto las cosas que encontró en un libro llamado Aprendiendo a Leer y a Escribir -- Un lugar para Comenzar.
Existe mucha evidencia, dice Novick, para demostrar que las familias que le dan importancia a la lectura, escritura, y a la forma de hablar, ofreciendo amplias y calurosas oportunidades para la lectura de libros de cuentos, tienden a crear hijos que desde muy temprano son niños competentes en la lectura. Es fácil ver por qué es esencial que las familias y los demás encargados del cuidado de los niños, se esmeren en crear un ambiente donde se goce de las lecturas y donde se compartan los libros.
Y, aconseja Novick, nunca es demasiado temprano para empezar a leerles a los niños. Por ejemplo: los dibujos brillantes y de mucho colorido fascinan aún a los mismos infantes que apenas están aprendiendo a enfocar sus ojos. Y aún antes de que sus ojos puedan enfocarse, el sonido de la voz de quien está leyendo atrae la atención del bebé.
A la edad de cuatro o seis meses, los infantes pueden enfocar su vista en los dibujos, y se empieza a desarrollar la coordinación de sus ojos con las manos. Este es un buen tiempo para introducirlos a los libros señalándoles las cosas. Al final del primer año, muchos infantes pueden señalar esas mismas cosas ellos mismos. Este es un paso muy importante en el aprendizaje del lenguaje.
Los libros cortos y familiares tienen mucho atractivo para los niños. El ritmo y la repetición de los poemas para infantes, por ejemplo, hacen que los niños sientan como si las palabras y los sonidos fueran sus amigos. Conforme leen una y otra vez sus libros favoritos, se desarrolla otro paso importante, el de juntar el sonido de la palabra con la palabra escrita. Los ritmos y los sonidos que los niños gozan cuando son infantes llevan consigo un valor mayor de alegría: les ayuda a construir su sensibilidad hacia los fonemas, un conocimiento crítico en el aprendizaje de la lectura.
Los niños antes de ir a la escuela necesitan de cercanía y cariño. El calor, el compartir personal de uno mismo con un libro y con su niño fomenta en los niños el amor a la lectura. Es buena idea dejar que los niños lleven la pauta en la lectura, dejándolos que escojan los libros y los lugares donde quieran leer. Hay que ser muy generosos en el tiempo que se les dé a los niños para que vean bien los dibujos; así es cómo van aprendiendo pistas del cuento que van leyendo.
El ambiente de familiaridad que se va desarrollando en los niños cuando se comparten cuentos con adultos que se preocupan por ellos es el mejor regalo que las familias y quienes cuidan de los niños, pueden ofrecerles a los niños, ayudándolos a emprender un excitante viaje en la carrera de su aprendizaje

jueves, 9 de diciembre de 2010

El rol de los padres en la formación de un niño lector

Muchas veces los padres solicitan de nosotros, los docentes, consejos para incentivar en sus hijos el gusto por la lectura y otras, simplemente, se resignan a decir que a los niños no les interesa leer.
Es innegable que en esta época de video-juegos e internet resulta bastante difícil suponer que los alumnos, en especial siendo adolescentes, se refugien en los libros para buscar fuentes de entretenimiento o placer.
El hábito de la lectura, como todo hábito, no se adquiere por arte de magia, sino que es el resultado de una serie de factores que interactúan en la creación de un ambiente propicio para la formación del niño lector. Y estos factores o condiciones determinantes, que enumeraré a continuación, deben nacer del seno familiar.

a)
La presencia de libros en los hogares, como así también su valoración y uso cotidiano contribuye a establecer en el niño vínculos intrínsecos con el hábito de leer. Es natural que el pequeño empiece por imitar a sus padres, aunque tome el texto al revés, cuando estos están leyendo.
Los adultos, que dedican poco tiempo a la lectura, se  encuentran en desventaja a la hora de exigir a sus hijos que se aboquen a ella.
Por lo tanto el primer paso para los padres es concientizarse sobre el valor del hábito de leer y, una vez logrado, tratar de servir de modelo a sus propios hijos.
 
b)
Aunque resulte difícil debido al ritmo vertiginoso en que actualmente se vive, es imprescindible que los papás dediquen parte de su tiempo a compartir los momentos de lectura con sus niños. En la infancia es necesario leerles con la mayor expresividad y elocuencia posible para que el pequeño , al escuchar, desarrolle su imaginación; más adelante cuando el niño ya se ha convertido en un lector independiente bastará con participar o intervenir en comentarios que permitan corroborar si ha comprendido lo leído.
Hay que tener siempre presente que la lectura, además de un hábito, es una actividad intelectual que se manifiesta claramente al interpretar el texto y reconstruir su significado.

c) Es conveniente, además, destinar en la casa un espacio apropiado para los libros. Este puede variar desde una valiosa biblioteca a una simple repisa. Lo importante es que los pequeños adviertan que estos huéspedes ilustres tienen su propio sitio en el hogar.

d) Seleccionar los libros de acuerdo con el gusto y la maduración del niño es otro de los requisitos a tener en cuenta.
En la etapa preescolar son aconsejables los libros con coloridas y elocuentes ilustraciones, con textos rimados, de los que se desprenda cierta musicalidad y con frases reiteradas que estimulen la memoria del pequeño y le permitan incorporar nuevo vocabulario.
Posteriormente, y en la medida en que el educando va creciendo, son apropiados los cuentos maravillosos poblados de hadas, duendes que despiertan en ellos su capacidad de asombro y su imaginación.
Más adelante, entre los siete y once años, cuando el niño ya se desempeña como lector independiente, resultan apropiados los textos narrados, en los que abunda la fantasía mezclada con elementos moralizantes y de humor como las fábulas, mitos, leyendas.
En la pubertad son recomendables las novelas de aventura, en las que el protagonista es un niño o un animal. También se sienten identificados  con aquellas obras que reflejan su propia realidad.
A partir de la  adolescencia, además de  los cuentos fantásticos y de ciencia-ficción, otros géneros despiertan el interés de los jóvenes. Artículos, revistas, fascículos referidos a distintos temas se convierten en el centro de sus lecturas.
Cabe destacar que en la selección de las obras debe siempre prevalecer el gusto de los niños. La lectura tiene que resultar una actividad formativa y placentera; jamás, en el ámbito hogareño, debe ser tomada como un hecho obligado o impuesto como castigo.

e) Deseo dirigir esta última reflexión a todos los papás amigos de internet. Tengan siempre presente que la base del aprendizaje es la lectura. Hay que procurar que internet no cambie el hábito de los niños ni tampoco el de los adultos.
Son indiscutibles las ventajas que este medio puede ofrecer; pero también deben advertir que la información que se puede bajar por un ordenador, sólo es provechosa si se la interpreta correctamente.  Un buen lector podrá lograrlo fácilmente.
Por otra parte, es conveniente que los papás controlen la información a la que puedan acceder sus hijos, ya que no todo lo que se encuentra en la red está destinado a ellos.
Finalmente, y a modo de corolario, quiero expresar, en mi condición de docente, que conectar las escuelas a internet no debe ser, por ahora, prioridad en nuestra Educación, sino equiparlas de buenas bibliotecas, provistas de ejemplares suficientes como para satisfacer las necesidades de todos los educandos. 



Susana B. González

lunes, 6 de diciembre de 2010

Aparatos tecnológicos

Desde hace poco tiempo hasta nuestros días, la comunidad se ha visto influenciada por el gran auge tecnológico que existe en el mundo. Los aparatos tecnológicos, en un principio, son creados para facilitar la vida en los seres humanos.
Pero, ¿qué sucede cuándo se utiliza en exceso las nuevas tecnologías? ¿Es perjudicial para los más pequeños?
La segunda pregunta en especial, es la que vamos a tratar. Me sorprende ver cada día a niños entre ocho y doce años rodeados de numerosos aparatos tales como mp4, iphone, teléfonos móviles, play station y muchos instrumentos de los que incluso desconozco la existencia. Mi sorpresa viene dada al no entender la necesidad que tienen niños que apenas están empezando a aprender a multiplicar en poseer las tecnologías que hace veinte años ignorábamos cosechar.
Más que sorpresa, siento preocupación, preocupación porque veo que los niños dedican la mayoría de su tiempo frente a una pantalla con un juego que seguramente, no está hecho para su edad. Me pregunto qué falta le hace a un menor tener un mp4, ¿acaso tiene tanto tiempo libre como para ponerse los auriculares y escuchar música? Si nos paramos a pensar, un niño se levanta a una hora prudente (o al menos debería) para tener tiempo de desayunar, asearse, arreglarse, dejar todo ordenado e ir al colegio en el estado perfecto para poder atender al máximo sus clases. Una vez terminada las clases de la mañana, la criatura va a su casa, come, descansa, imagino y espero que cuente a sus padres cómo ha ido el cole y cuando menos se lo espera, tiene que volver al cole a cursar las dos o tres clases siguientes. Llegada la hora de salir de las aulas, el padre o la madre espera a su hijo/a y lo lleva bien al parque para despejarse, bien a casa para merendar, estar un ratito descansando y ponerle a estudiar y a hacer los deberes, marcando de este modo un horario y un hábito de estudio, cosa que con los años, favorecerá positivamente la concentración y la rutina del niño a la hora de estudiar. Bien, acabada ya la tarea, se deja un tiempo de reposo para después duchar al niño y darle de cenar. Después de todo esto, se debe poner un horario al nene para irse a dormir, pues el pequeño necesita unas horas de descanso para estar bien al día siguiente. Y ahora me pregunto, ¿ha hecho falta en algún momento de este rápido esquema algún aparato tecnológico? ¿No debe un niño tener un horario establecido? ¿Tan necesario es consentir todos los caprichos que ellos piden? ¿No sería mejor ocupar su tiempo con una actividad extraescolar? La música, el deporte, la danza, los idiomas, ¿no son una motivación mejor para un hijo?